Bajo esta premisa, los/as talleristas y docentes de las escuelas en las que ingresamos, actuamos instalando las condiciones de un aprendizaje construido por las y los estudiantes. Se trata de propiciar una experiencia subjetiva de aprendizaje, una apertura a las posibilidades inventivas del trabajo con los materiales del cine, vale decir: el sonido, la luz, el tiempo, el espacio, etc. En este escenario, el/la estudiante debe resolver problemas éticos y estéticos, sin que para ello medie un adulto que establezca un modo correcto de hacer y aprender.
Este gesto de creación sitúa al estudiante en un proceso que involucra, en una primera etapa de registro: la activación de los sentidos, la capacidad de selección de la porción de realidad que quiere capturar, el desarrollo de la intuición, el gusto, etc.
Luego, en la etapa de montaje, considera una nueva selección y organización de lo capturado, explorando en relación a los ritmos, tiempos, formas de relación entre imágenes y sonidos, y todo un abanico de elementos que revelarán ante un otro un modo particular del estudiante de relacionarse con su entorno y del lugar que ocupa en la sociedad.